
El Tata Santiago es milagroso, pero muy renegón. Al menos, así es como lo describen sus fieles seguidores de Guaqui. Lo dicen esbozando una mirada inquieta, con el cuerpo medio encogido y casi en susurros, como buscando que el famoso santo no los escuche.
Algunos de ellos atribuyen ese impulsivo carácter a su vena militar, pues el patrono de la población altiplánica no se alza únicamente como una imagen católica más, sino que ostenta el grado de General de las Fuerzas Armadas de Bolivia.
Ejemplos de los enojos del Tata Santiago abundan en la memoria de los guaqueños. A comienzos de 1900, por ejemplo, decidieron trasladar la imagen de su patrono desde el centro del altar mayor de la iglesia Apóstol Santiago a otro pedestal ubicado un par de metros más abajo. Y, al parecer, este hecho —sumado a que en su lugar fue colocada la Virgen de la Candelaria— molestó mucho al también denominado ‘santo del rayo’.
Así, según se recuerda, esa noche fuertes granizos, ventarrones y rayos casi destruyeron Guaqui, distante 89 kilómetros de La Paz. Desde entonces, el temor del pueblo ha provocado que la figura del Tata Santiago no se mueva ni un milímetro del recientemente restaurado retablo colonial. Ni siquiera lo hace durante las procesiones que se realizan en su honor en julio. Para ello, precisamente, están destinadas dos réplicas de su imagen.
Pero, además de esos arranques de furia, el llamado ‘matador de moros’ también es muy exigente en lo que se refiere a su vestimenta. Y así se lo hace conocer a sus fieles.
“En un sueño yo lo vi al tatita despeinado y le pregunté: ¿Quién te ha hecho? Enojado me dijo que fueron unos borrachos. Al día siguiente, volando me fui a la iglesia y allí, entonces, me enteré de que tuvieron que quemar parte de su ropita que estaba guardada. Ratones y murciélagos la arruinaron”, rememora Daniel Chipana, actual vicepresidente del Concejo Municipal de la población altiplánica.