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Morenada para el tata Tres días dura en Guaqui la fiesta en devoción al Tata Santiago, cuyo rostro es lavado durante esos días con clara de huevo. Del 23 al 25 de julio miles de personas reafirman la fe a su patrono. Y la mayor parte lo hace bailando, pero no cualquier danza, ya que el santo sólo disfruta con las morenadas. “En una ocasión, una comparsa de negritos de Tiwanaku quería bailar, pero se volcó su bus. Otra comunidad, por su parte, trajo kallawayas, y su camión se plantó en medio del camino... El Tata no acepta otra cosa que no sea la morenada”, asegura Daniel Chipana. Y es esa la danza que domina cada año la celebración religiosa, donde cerca a una decena de comparsas de morenos renueva su fe bailando por las calles de Guaqui. ![]() Antes, sin embargo, era diferente. La autoridad edil recuerda que la música nativa era la que despertaba al santo el 24 de julio con zampoñadas, mientras las mujeres campesinas dedicaban al Tata Santiago canciones en aymara. Hoy, esas tradiciones han dado paso a una estilizada entrada folklórica y a la realización de suntuosos prestes. Pero el atractivo mayor tiene lugar cada año en la laguna 25 de Julio, donde los devotos y los bailarines cruzan sus aguas en balsas de totora desparramando a su paso sus ofrendas. Uno de los que nunca falta al acto es José Acarapi, de 62 años, un devoto peruano que viaja siempre junto a toda su familia desde Puno para agradecer al adorado santo. “Hace un tiempo los médicos me diagnosticaron un cáncer terminal. Un día, desesperado, entré al templo y le pedí al tatita que me salvara... Y aquí estoy, ¡vivo!, luego de 10 años”, explica emocionado. Y es que el Tata Santiago puede ser renegón y exigente, pero para sus devotos lo más importante es que es milagroso. Lo confirma así el interior del atril, forrado con paño azul, donde descansa otra réplica del adorado santo. Allí, como una alfombra multicolor, se esparcen fotografías de sus fieles y miles de papelitos con escritos pedidos y agradecimientos por lo concedido. Con todo, y como más vale prevenir, la cúpula de la iglesia —que en 1958 sufrió un voraz incendio por la descarga de relámpagos durante una tormenta— ahora cuenta con un enorme y estirado pararrayos, sólo por si al Tata Santiago algún día le da por enojarse. |
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